Publicado en Abril 14, 2022 por Nicole Gadda (English Version)
Traducido por Maria X. Cardenas, PhD
Muchos hemos tomado antibióticos para tratar infecciones bacterianas comunes como la faringitis estreptocócica o la neumonía, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo se trataban estas infecciones antes del descubrimiento de los antibióticos? Es más, ¿qué es un antibiótico? Los antibióticos son compuestos producidos por bacterias u hongos que pueden matar a otras especies microbianas. Desafortunadamente, antes del uso generalizado de los antibióticos, no existían tratamientos efectivos contra las infecciones bacterianas. Una faringitis estreptocócica no tratada podía convertirse en fiebre reumática y simples cortes y heridas podían desencadenar infecciones sanguíneas. Los médicos no lograban hacer mucho sin antibióticos, y como consecuencia, muchas personas murieron a causa de infecciones que hoy en día consideramos fáciles de tratar.
No fue hasta 1928 que Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico conocido en el mundo y cambió la medicina para siempre.
Alexander Fleming fue un médico y científico escocés nacido en 1881. Sirvió como capitán en la Primera Guerra Mundial, donde vio morir a muchos de sus compañeros en el campo de batalla. Sin embargo, la mayoría de estas muertes no fueron resultado de las heridas infligidas durante la batalla, sino de las infecciones bacterianas que ocurrieron después. En aquella época, los antibióticos no existían y el tratamiento más común para la infección consistía en aplicar fuertes antisépticos en las heridas abiertas. Los antisépticos son agentes químicos que se usan para reducir el riesgo de infección, pero a menudo son demasiado agresivos para limpiar heridas profundas. Es posible que estés familiarizado con antisépticos como el peróxido de hidrógeno, el cual se usa para tratar heridas superficiales como los cortes con hojas de papel.
En agosto de 1928, Alexander Fleming hizo algo crucial para la supervivencia de la humanidad:
Se fue de vacaciones con su esposa y su hijo.
Si… déjame explicarte. Fleming era un científico que tenía su “desorden organizado”. Siempre quería echar un último vistazo a sus experimentos antes de tirarlos, incluso si esto significaba “abandonarlos” durante semanas. Antes de irse de vacaciones, Fleming trabajaba con Staphylococcus aureus, una bacteria que causa infecciones en la piel. Cultivó esta bacteria en varias placas de Petri y las dejó en su mesa de laboratorio. Con el experimento terminado, pero no dispuesto a desprenderse de los resultados, Fleming dejó las placas de Petri con S. aureus en su mesa antes de tomar sus largas vacaciones. Semanas después, al regresar al trabajo, Fleming descubrió que muchos de sus cultivos estaban contaminados con otros microbios. Un cultivo en particular captó su atención. Aunque la placa de Petri de este cultivo inicialmente estaba cubierta por la bacteria S. aureus, ahora había un halo claro alrededor de uno de los microorganismos contaminantes, donde no crecían bacterias. Fleming aisló este microorganismo y lo identificó como el hongo Penicillium notatum, el cual secreta el llamado “jugo de moho”, sustancia que inhibe el crecimiento bacteriano. Más tarde, Fleming llamó a este compuesto “penicilina”, el primer antibiótico conocido por la humanidad.
Al principio, Fleming y su equipo estaban más interesados en usar la penicilina con fines de investigación que como medicina. Intentaron purificar la penicilina, pero no tuvieron éxito. No fue hasta 1939 cuando Howard Florey, Ernst Chain y sus colegas de la Universidad de Oxford pudieron purificar la penicilina y probarla como antibiótico para salvar vidas. La penicilina estuvo ampliamente disponible durante la Segunda Guerra Mundial, salvando innumerables vidas de soldados que habrían muerto a causa de heridas infectadas. En 1945, Fleming, Florey y Chain recibieron el Premio Nobel por el descubrimiento y uso comercial de la penicilina como antibiótico. Los tres se convirtieron en científicos de fama mundial y el propio Fleming actuó como embajador mundial de la medicina y la ciencia. Sin embargo, Fleming nunca olvidó sus raíces humildes y dijo: “Yo no inventé la penicilina. La naturaleza lo hizo. Yo solo la descubrí por accidente.”
¿Moraleja de la historia? ¡Despídete del orden y la limpieza!… a no ser que quieras perderte del descubrimiento de la próxima medicina que revolucionará el mundo y será merecedora del Premio Nobel.