¿Por qué nos inquietamos? 

Publicado el 29 de April 2022, por Nila Pazhayam (English version)

Traducido por Crystal Dezha-Bolteada 

 Escuchar la misma canción una y otra vez. Garabatear en una hoja mientras hablas por teléfono. Jugar con un objeto mientras lees ó trabajas. Todos estos son ejemplos de comportamientos que nos ayudan a regular nuestro sistema nervioso. Por ejemplo, en mi escritorio tengo unos imanes con los que juego constantemente mientras pienso o leo. 

Imagen de un “fidget spinner” Crédito de la foto a marcoverch en CreativeCommons

¿Qué es la regulación del sistema nervioso y a qué se deben estos comportamientos? El sistema nervioso controla nuestros niveles de estrés al equilibrar diferentes funciones corporales, como la temperatura, la frecuencia cardiaca, los niveles de azúcar en la sangre, la presión arterial, los niveles de hormonas, los niveles de agua, la inflamación, el sueño, etc. Cuando estamos estresados, muchos de estos procesos corporales se desequilibran, afectando gravemente el aprendizaje, la memoria y otras funciones cognitivas esenciales para sobrevivir y prosperar. Para compensar este desequilibrio, nuestro cuerpo intenta autorregular el sistema nervioso mediante (1) comportamientos repetitivos, como moverse inquietamente o jalar de nuestro pelo o piel, (2) niveles excesivos (o inadecuados) de comportamientos ordinarios, como dormir o comer, y (3) comportamientos dañinos tales como beber en exceso, fumar o consumir drogas.  

Aunque se ha reportado que los movimientos repetitivos reducen el estrés, aún no está claro cómo funcionan exactamente. Se ha sugerido que cuando los niveles de las hormonas del estrés son altos, como durante la exposición a amenazas, la energía que de otro modo se habría destinado a pelear o huir puede canalizarse en forma de movimientos repetitivos. Este tipo de movimientos mejora el flujo sanguíneo, lo que a su vez reduce la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Otros estudios han propuesto que los movimientos repetitivos pueden regular el peso y la capacidad de atención, aunque no está claro si estas son simplemente consecuencias secundarias del alivio del estrés causado por la inquietud. 

¿Qué otros comportamientos o actividades nos pueden ayudar a regular nuestro sistema nervioso y también son más productivas que  jugar con un lapicero o rebotar la pierna? Actividades  manuales, como  tejer, la jardinería y cocinar han demostrado ser reguladores eficaces del estrés, no sólo porque implican movimientos repetitivos, sino también porque al final se crea un producto tangible. Además, dichas actividades han demostrado ser útiles para los trastornos de salud mental, como la ansiedad que pueden derivarse de sistemas nerviosos desregulados. Otros ejemplos de habilidades que involucran movimientos repetitivos son caminar con monedas, girar lapiceros, y aprender el código morse. He tratado de aprender las tres con diversos grados de éxito y puedo atestiguar el hecho de que no solo son actividades relajantes sino también, en ocasiones, ¡trucos geniales para fiestas! 

Imagen de un proyecto de tejida. Credito de la imagen a Erin E Flynn en CreativeCommons

En una nota más seria, algunos comportamientos de autorregulación se consideran menos moralmente neutrales que otros. Por ejemplo, las personas con problemas de adicción, probablemente sean juzgadas más severamente por la forma en que se autorregulan en comparación con aquellos que juegan con un fidget spinner. Aunque este es frecuentemente el resultado de lo dañino que ciertos comportamientos pueden ser para nosotros y para la sociedad en general, es importante recordar que el “costo social” – la consecuencia social de un comportamiento autorregulado – es influenciado por varios factores de los cuales muchos son el resultado de normas sociales injustas y desigualdad económica y política. 

¿Prácticas algunos de estos comportamientos de autorregulación? Si es así, ¿has notado un aumento en estos hábitos desde que comenzó la pandemia del coronavirus?  

Artículo original en inglés editado por Jillian Battista y Joe Krzeski 

Editado en español por Catalina Cobos-Uribe y Andrea Sofia Benavides